Pinceladas del arte chino de la antigüedad
Julio López Saco
El arte chino antiguo incluye diversas manifestaciones, que abarcan desde la caligrafía, los bordados, las estatuas, pinturas y santuarios, algunos en grutas, hasta la célebre porcelana, uno de los fundamentos de las decimonónicas chinoseries europeas, los bronces decorados, la seda o los sellos. Su inspiración procede del confucionismo, pero principalmente del taoísmo y el budismo, si bien el acercamiento a la naturaleza ha sido tradicionalmente una inmejorable fuente de inspiración para los artistas, de ahí la proliferación de espectaculares paisajes pintados con proliferación de montañas y dibujos con presencia de coloridas flores, árboles o esbeltas aves.
En esencia es un arte que, empleando múltiples materiales (jade, madera, hueso, piedra, cobre, oro, seda, bronce y papel), sintetiza la jerarquía y el espíritu estético, vivenciando el espacio. Se trata de una estética que vincula elegancia, equilibrio y sencillez, y en la que cada elemento posee un motivo específico y una funcionalidad, en muchas ocasiones simbólica. Así pues, es un arte caracterizado por sus vínculos con la naturaleza y con los estados de meditación, propiciando de tal manera formas ligeras, apacibles y suaves.
Las manifestaciones artísticas están cargadas de mística, de tradicionalidad y de componentes mítico-simbólicos, en su abordaje del destino del ser humano, la cosmología o la relación entre el hombre y el universo. Se asocia directamente lo verdadero con lo hermoso. En tal sentido, los antiguos artistas chinos buscaron con afán y deleite construir un microcosmos en el cual el macrocosmos pudiese obrar en perfecta armonía.
Las obras arquitectónicas, en términos generales, se realizaban en madera. De este modo, mediante la influencia de la naturaleza, la arquitectura optó por un estético sistema de horquillado, adquiriendo las construcciones (caso de las pagodas, sin ir más lejos) un carácter a la vez fuerte y flexible, pero sin duda también dinámico y elegante.
La escultura, por su parte, se caracterizó sobre todo por las representaciones mítico-religiosas (budas y bodhisattvas, luohans, espíritus guardianes, deidades, por ejemplo), y por su estrecho vínculo con la ritualidad funeraria, en ciertos casos en forma de grabados y relieves como los del santuario de Wu Liang. Los materiales empleados poseían ellos mismos unas peculiaridades estéticas, en especial la madera, el marfil, el bambú, el jade (traído desde los lejanos confines de la Fergana) o los colmillos de diversos animales. Aparte de la abundante temática religiosa, la escultura también representó animales y elementos naturales.
La pintura china se ha caracterizado por estar regida por seis principios, que configuraban los elementos que la constituían. Estos seis preceptos, establecidos por Xie He, fueron la resonancia de espíritu, es decir, la vitalidad de la pintura transmitida por el pintor; el método del hueso, forma en la que debía usarse el pincel; por tanto, la textura y la pincelada, así como la íntima conexión entre la escritura y la personalidad del artista; la correspondencia con el objeto (la descripción de la forma); la adecuación al tipo, o forma en la que se aplicaba el color; la división y el plan, entiéndase la disposición y colocación de los objetos en el plano pictórico, donde jugaban un rol destacado la profundidad, el espacio y la composición; y la transmisión por copia (copia de modelos).
Algunos de los mejores ejemplos pictóricos, al margen del reconocido paisajismo (shan shui) cultivado como fondo de relatos y poemas desde la dinastía Tang, aunque alcanzando preeminencia en época Song (960-1279) y en las posteriores dinastías Ming y Qing (manchú), residen en las grutas-templo de inspiración budista, como las grutas de Mogao (Dunhuang), Longmen y Yungang, exponentes también de sobresalientes esculturas rupestres.
No se puede dejar de reseñar, finalmente, que los chinos de la antigüedad consideraban la escritura una elevada y muy refinada forma de arte. Los calígrafos practicaban para aprender, pero siempre con estilo propio. Los caracteres debían ser dibujados con precisión, y cada golpe tenía que ser dibujado en un orden específico. La caligrafía era una ejemplar forma de arte que utilizaba técnicas (manejo de pinceles, presentación y estilo) para transmitir el mensaje de manera efectiva y efectista. La caligrafía se integraba a la perfección en la pintura, en las empuñaduras de armas, en las vasijas de bronce o, incluso, en los objetos de madera.
La sencillez y la elegancia imperantes en las arte chinas implican que cualquier mínimo detalle resulta de capital relevancia. La sensibilidad expresada con los diferentes motivos busca la integración de todos los sentidos. Se trata de un arte que es capaz de sintetizar el espíritu creador artístico y la función jerárquico-social, en función de que numerosos objetos estaban destinados a la vida cortesana. Estamos, en fin, ante un arte simbólico en el que lo que se representa refleja aspectos de una totalidad de la cual el artista es plenamente consciente.
Para saber más. Unos pocos títulos, de la ingente cantidad disponible, serán suficientes para empezar a ahondar en el arte antiguo de China. Se pueden citar las siguientes obras genéricas: Isabel Cervera, El arte Chino, edit. Historia 16, Madrid, 1989; Craig Clunas, Art in China, Oxford University Press, Oxford, 2009; Yasuari Kitaura, Historia del arte de China, edit. Cátedra, Madrid, 1991; Christine Kontler, Arte chino, edit. Libsa, Madrid, 2004; Mary Tregear, El arte chino, edit. Destino, Madrid, 1991; Jin Yong, Arte de China, edit. Popular, Madrid, 2011; VV.AA., Arte chino y japonés, Hoaki Books, Toledo, 2010; VV.AA., Arte chino y japonés, edit. Scala, Málaga, 2010.
Fuente: Julio López Saco (AVECH).